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  • Equipo Liveslow

PLÁSTICO EN LOS OCÉANOS

¿Sabías que solo el 9 % del plástico producido desde 1950 se recicló? Eso quiere decir que desde hace al menos 70 años que estamos produciendo cosas que no solo no desaparecen, sino que ni siquiera se transforman: el plástico sigue existiendo tal y como fue creado la primera vez. O peor, porque en general el producto se va rompiendo y disolviendo en pequeñas partículas que siguen siendo plástico: es lo que se conoce como “microplásticos”, el principal material del que están compuestas las llamadas “islas de plástico” que se encuentran en distintos océanos, y que alcanzan tamaños tan grandes como el de toda la pampa húmeda argentina. Este entramado que vincula nuestros hábitos de consumo, el plástico y los océanos nos exige repensar la cuestión; pero antes, repasemos cómo es que llegamos a este problema.


El plástico en sí mismo no es malo: se trata de un desarrollo tecnológico que revolucionó la industria durante el siglo XX, y permitió grandes avances en transporte, salud y seguridad, entre muchísimos usos.


El problema es que su propia característica de “maleable pero indestructible”, que lo hace tan útil para algunas cosas, hace que sea virtualmente imposible de desechar: si no se reutiliza o se recicla, permanecerá entre nosotros.


Se calcula, por ejemplo, que una botella PET común puede tardar hasta 450 años en degradarse. Es un cálculo, claro, porque aún no se ha degradado la primera botella que hemos producido…

Esto nos obliga, entonces, a pensar para qué queremos usar el plástico. ¿Es válido usarlo para piezas que hacen que los vehículos sean más livianos y que, por lo tanto, consuman menos combustible? Pareciera que sí. ¿Conviene que ciertos instrumentos de protección sanitaria sigan siendo plásticos, para poder descartarlos luego y evitar infecciones? Hasta tanto no se descubra un invento mejor, suena lógico. Ahora, ¿tiene sentido pedir un almuerzo y que este venga en una bolsa plástica, en un envaso de plástico, con cubiertos de plástico y una botella de plástico, y que 15 minutos después, todo eso sea desechado? ¿No hay alternativas mejores para transportar líquidos y alimentos? ¿Es necesario que el descarte de mi almuerzo de hoy perdure en el planeta más que el tiempo que voy a vivir yo aquí? Más aún, ¿es justo que por nuestro afán de mantener el estilo de vida que llevamos hasta hoy la vida marina esté en peligro?


Ya en el siglo XIX Humboldt nos legó el concepto de “ecosistema” y descubrió que lo que hacemos en una punta del globo puede afectar directamente a miles de kilómetros de distancia. Esta idea tiene aplicaciones prácticas: por ejemplo, el 80 % de los plásticos que se encuentran hoy en los océanos se usaron en tierra firme. ¿Cómo es posible? Fácil: desde las playas a los desagües pluviales y los ríos, todo desemboca en el mar, y las corrientes marítimas pueden hacer que en pocas semanas lo que se consume en un continente llegue a otro, o a alguna isla de plástico. Playas paradisíacas en zonas prácticamente desérticas tienen hoy sus costas repletas de basura producidas en otros lugares.


Según afirma una investigación del Parlamento Europeo, para 2050 en los océanos habrá más plástico que peces. Allí también se establece que casi el 50 % de los plásticos que ingresan al océano son de un solo uso, es decir, que sirvieron durante apenas unos minutos y que quedarán allí durante todas nuestras vidas.

De los plásticos de un solo uso que ingresan al océano a diario, el ranking es el siguiente:

  1. Botellas de agua y gaseosa, y sus tapas.

  2. Colillas de cigarrillo.

  3. Hisopos.

  4. Packaging de golosinas y snacks.

  5. Productos sanitarios.

  6. Bolsas plásticas.

  7. Cubiertos de plástico.

  8. Vasos (y tapas) de plástico.

  9. Globos.

  10. Contendores de alimentos.

Es momento de cuidar nuestros océanos y la vida marina. Es por eso que desde Liveslow decidimos lanzar un nuevo color que invite a despertar consciencia sobre la problemática: Liveslow Ocean Blue.


¡Te invitamos a ver la campaña en el siguiente enlace:





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