Nota de opinión. Martín Valese, Co-fundador de Liveslow
En su ensayo, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han revela como la sociedad occidental actual se ha convertido silenciosamente en una sociedad del cansancio. En estos días de cuarentena por COVID-19 sus ideas hicieron eco en mis reflexiones y por eso quiero explorar y compartir brevemente algunos conceptos que dicho filósofo expone y su relevancia en estos tiempos que corren.
Según el autor, y aunque suene raro en época de COVID-19, “a pesar del miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería bacterial ni viral, sino neuronal.” La diferencia entre estos dos paradigmas patológicos radica en que uno se basa en la negatividad mientras que el otro en un exceso de positividad. ¿Qué quiere decir esto? Que mientras que las enfermedades virales y bacteriales son generadas por agentes externos (virus, bacterias) que irrumpen en nuestros organismos de forma violenta, enfermándolo y negándolo, hoy predominan las enfermedades neuronales (depresión, TDAH, TLP, burnout) como resultado de la superproducción, del superrendimiento y la supercomunicación. “El agotamiento, la fatiga y la asfixia” son manifestaciones ante la sobreabundancia con la que vivimos día a día. Existe un exceso de positividad porque las enfermedades neuronales no son causa de un agente externo, sino manifestaciones de una presión interna por tener que rendir constantemente.
Según Han, las sociedad del siglo XXI es una sociedad de rendimiento. Esta sociedad, se caracteriza por el “poder sin límites”, es decir que cree que nada es imposible. ¿Cual es el problema con esto? Que “no-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a una autoagresión”. El filósofo explica que ya no somos sujetos a un dominio externo, es decir alguien que nos obligue a trabajar o que nos explote. Hoy somos dueños de nosotros mismos y como tales somos libres de auto-someternos. Hoy somos libres de maximizar nuestro rendimiento y en ese exceso nos convertimos en nuestros propios explotadores. “Esta explotación es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad”. ”Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse”.
Nuestra sociedad se caracteriza también por un “exceso de estímulos, informaciones e impulsos. Debido a esto la percepción queda fragmentada y dispersa.” Nuestra forma de administrar el tiempo “haciendo” multitasking es un ejemplo de ello, con la cual nos acostumbramos a practicar una atención superficial mientras nos alejamos de las reflexiones, escuchas y observaciones profundas y contemplativas. El problema es que así perdemos nuestra capacidad de conectar con nosotros mismos, y con el mundo, y a la vez perdemos la capacidad de asombro.
Al necesitar estar activos todo el tiempo, también perdemos la capacidad de aburrimiento. Paradójicamente, escapar inmediatamente al aburrimiento, nos quita la oportunidad de reconocer las cosas que realmente nos aburren y las que no. Además, nos priva del beneficio de la creatividad, ya que es la entrega al aburrimiento la que nos permite observar con otros ojos, creando nuevas ideas y movimientos.
La situación actual con COVID-19, nos pone en un aprieto. Somos testigos de ambos paradigmas patológicos al mismo tiempo. Sin embargo, es interesante observar lo que nos pasa cuando el COVID-19 nos lleva a un estadio de quietud, paralización, impotencia y aislamiento. Ya no podemos alcanzar el nivel de rendimiento de antes, porque es técnicamente -y en algunos casos hasta legalmente- imposible. Estamos encerrados día tras día, esperando una voz que nos avise cuándo se acabará esta tormenta. Pero hay algo que podríamos empezar a hacer diferente… Podríamos aprovechar este momento para observar nuestra frustración al sentir que no rendimos lo que solíamos rendir anteriormente. Podríamos aprovechar para entregarnos al aburrimiento. Podríamos dejar los estímulos constantes y empezar a mirarnos a nosotros mismos. Porque el COVID-19 es un espejo. Y en el reflejo hay mucho que podemos aprender. El COVID-19 nos invita a reflexionar y a observar una realidad cruda: donde quiera que vayamos somos nosotros mismos quienes nos presionamos y castigamos. Éramos, somos y seremos nuestros propios verdugos. Quizás entendiendo esto podríamos volver de la cuarentena transformados, contemplativos y un poco más conscientes de que así como podemos someternos, podríamos salvarnos a nosotros mismos.
Han, B. C. (2017). La sociedad del cansancio: Segunda edición ampliada. Herder Editorial.
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